Mis ojos que te miran

Eres una cosa tan preciosa
que pocos lo ven;
eres esa perla escondida en el arrecife que nadie recoge;
eres ese borrador que por miedo
se escondió.
Eres una cosa tan preciosa
que se reza, se adora, se humedece en piezas de papel.
Eres esa cosa tan preciosa
que se aísla y se mira de reojo porque al encontrarlo con la mirada
uno se asusta;
por ser tan preciado y precioso como el cristal
y las lágrimas que se derraman al verte
como si pudiera contemplártese
en el Louvre.

Sirena de medianoche

La conocí en un chiringo de playa. Ella llevaba los pies descalzos, un vestido blanco y un collar de perlas. Estaba sola. Bailando. Giraba y giraba sobre sí misma con una sonrisa que mareaba a todos los que la miraban. Inmóvil, con el cóctel entre las manos, no me atrevía a levantarme y decirle que era la mujer más bonita que había visto en la vida. La rumbia dejó de sonar y las luces se apagaron. En cinco segundos, un pestañeo musical, ella había desaparecido. Revolví mi mirada por todas las esquinas de aquel lugar, nervioso, angustiado, con la hierbabuena abrasando mi garganta. Y entonces lo vi: el vestido sobre la arena, empapado por las pequeñas olas que deseaban alcanzar tierra, y una hermosa cola de delfín nadando hacia la luz de la luna.

Desabastecimiento

Si se acabase el mundo y ardieran las torres de Telecomunicaciones


y cremáramos Internet
y enterrásemos las Tabletas,


si no pudiera volver a visitar tus redes


y versar tus posts
y correrme con tus stories,


si no pudiera, vida mía,


no dudes


que guardaría tu recuerdo
en fotografías analógicas


para escribirte poemas
a pluma de palomas blancas

y enviarlos por Correos

en sobre cerrado, olor One Million,


firmado con la tinta roja

que corre por mis venas.

Explicaciones a Morfeo

Ayer volví a soñarla,
tumbada
sobre mis sábanas.
Taciturna.
Elefantes diminutos se deslizaban por su cintura
y enormes mariposas aladas
arropaban sus piernas desnudas.
Cientos de criaturas mitológicas
se reunían
alrededor de la cama
esperando rozar cualquier atisbo de piel
que asomara por el abismo del colchón.
Qué lástima que yo
no estuviera allí,
acostado junto a ella,
pobre espectador invisible
en mi propio sueño.