Dieta de sobreamor.

Tengo mil poemas en mi cabeza

y en mi estómago:

grulla

revoloteando,

pidiendo

versos de amor.

Tengo en mi pecho

un poemario entero
sobre ti,

sobre mí,

sobre política y sociedad.

Tengo excusas en lírica

y en prosa:

excusas sobre lo que sentí

y lo que dejé de sentir,

medias noches que comíamos

y consumíamos

entre polvo y polvo.

Cómo se nos veía el plumero.

Se nos iba de las manos,

a mí la ceniza del cigarro

y a ti, el ron con hielo.

Era demasiado dulce para mi cuerpo,

poco salado;

(y con el sobreesfuerzo,

peor),

proteínas,

en mis desdichas

de aquello que llamamos

nuestra relación.

Nunca entendí aquel régimen;

pocos besos,
de esos dietéticos,

mucho espacio,

sentimientos aislados

para dejar de «cebarnos»

del uno,

del otro,

de amigos,

familia,

conocidos,

extraños,

infortunios…
Le doy la razón al dietista.
Siete kilos menos.

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